sábado, 30 de marzo de 2013




La confusión del profeta
Relato original de Pacelli Torres


Debe tratarse de un error, su majestad”, dijo el caminante de rodillas ante el rey.



El rey hizo que se levantara y le dijo: “Imposible, usted tiene el bastón de mando.”



El caminante miró el bastón que había encontrado en el camino y en efecto descubrió que se trataba de algo especial. Extrañas tallas adornaban su superficie y estaba coronado por una inmensa piedra preciosa de tonos amarillos. Nada de esto había visto el caminante al recogerlo, sólo recordaba que en ese momento el bastón estaba cubierto con barro seco.



El caminante lamentó su error. Había tomado el bastón esperando aliviar la molestia en su rodilla izquierda y ahora estaba en medio de una gran confusión. Todo esto quiso explicárselo al rey, pero los reyes no aceptan contradicciones.



En ese momento, dos pajes abrieron una enorme ventana y el rey señaló hacia la plaza. Una enorme multitud se había reunido en las afueras del castillo.



El pueblo necesita un profeta”, dijo el rey con severidad, “y esa ha de ser su nueva ocupación.”



El caminante pensó por un momento. Había muy pocas personas que supieran leer en el reino, él tuvo la suerte de ser criado en un monasterio y dominaba de forma aceptable el latín. También había tomado parte en un par de conversaciones en las que estaba presente el astrólogo real. Después de todo tal vez fuera cierto y él, sin saberlo, estaba destinado desde niño a ser fuente de sabiduría.



Había sucedido que los habitantes del reino al verlo caminar por los campos con el bastón de mando habían seguido sus pasos hasta llegar al castillo donde el desprevenido caminante pretendía avisar al rey que la rueda del molino necesitaba reparación.



Ahora, la multitud clamaba a las afueras del castillo pidiendo hablar con el nuevo profeta.



Por mandato real el caminante, vistiendo una túnica escarlata, descendió las escalinatas hasta llegar a la plaza y extendió sus manos para hablar por primera vez. Al hacerlo notó que era la multitud la que quería hablar primero. Así que se acercó a una muchacha pecosa que tenía un ganso en las manos.



Si vamos a tener un profeta”, dijo la joven, “queremos que sepa dónde se encuentra la verdad, por eso lo hemos seguido.”



El profeta fue instruido por el pueblo y supo, de esa forma, que su destino se había cumplido.




2 comentarios:

  1. Es Vd. un escritor genial. Le felicito por este cuento y otro que leí antes "El Puente De Iseq".

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, de verdad me siento halagado de que alguien de tan lejos lea mis escritos.

    ResponderEliminar