lunes, 28 de mayo de 2012

Microlingotes provinciales



Microlingotes provinciales
Por Pacelli Torres

Las coordenadas fueron confirmadas y reconfirmadas, no cabía duda, el destino era Chitagá en la cordillera oriental. Hacia allí se dirigió la nave espacial y con una suave maniobra se situó sobre su objetivo.

Abajo, junto una mesa de billar, don Jacinto, masajeandose la barriga, estudiaba su próximo tiro.

Una mosca vino a revolotear sobre él y lo distrajo. Don Jacinto, de un manotazo la hizo caer al piso; nosotros en nuestra nave espacial sentimos el impacto, nuestros instrumentos enloquecieron, la nave se precipitó y chocó violentamente con el suelo. De esa forma la misión intergaláctica fue un verdadero fracaso.
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“El sol de la tarde trae una canción nueva”, decía doña Agripina cada viernes mientras le daba forma a sus arepas. Y entonces comenzaba a cantar. En la carrera tercera, entre calles quinta y sexta del Cerrito su canto formaba una espiral de luz que ascendía hasta el infinito. Fue tal luz la que alertó a nuestro comandante y lo entusiamó tanto que nos hizo cambiar el curso de nuestra trayectoria. “Allí está nuestro objetivo”, nos dijo, “lo que buscamos no está en Andrómeda sino en la Tierra”. Nuestra nave descendió presurosa y nos posamos sobre su casa. Entonces, desde la distancia y con ayuda de nuestros más delicados instrumentos los científicos de abordo pudieron concluir su investigación. Escribimos nuestro reporte y lo enviamos a la sede central. Sólo un tercio de nuestra tripulación regresó a casa después de aquella misión. El resto, yo entre ellos, convertidos en niños jugamos maras en una calle empolvada y esperamos que doña Agripina venga a regalarnos sus arepas.
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“Filomeno, el gato debe llamarse Filomeno”, insistía la anciana Rafaela sentada en una mecedora frente a su frutería en Capitanejo. “Les digo que el bendito animal se tiene que llamar Filomeno”, repetía ante la intención de sus nietas de llamarlo Pepo. Al mismo tiempo, miles de años luz en la distancia una joven y brillante astrofísica insistía que al nuevo satélite del planeta Urkos se le llamara Filem y no Pepus como insistían sus colegas.

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Largo tiempo se trabajó en el proyecto de un túnel intergaláctico que uniera la cuarta y la quinta dimensión. Los cálculos, hechos con los más avanzados computadores, demostraron que había un error en los planos originales. Se plantearon otras posibilidades pero las dificultades con los simplificadores cuánticos no pudieron superarse. Desesperados, los investigadores decidieron probar otras alternativas y allí, en un ligero ángulo del altar en la catedral de Soatá descubrieron una valiosa pista. Desde entonces se ha visto a un campesino caminar una y otra vez con su buey desde la Uvita hasta Boavita. Sus comandantes confían en que pronto descubra la clave para construir el túnel.

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