miércoles, 11 de abril de 2012

El misterio de la teja


El misterio de la teja
Relato original de Pacelli Torres

Jacobo y Bernardo eran primos hermanos y maestros de construcción. En cierta ocasión y mientras bajaban del camión y ordenaban las tejas de barro que al día siguiente usarían en la construcción en que trabajaban, notaron que había una teja más pálidas que las demás.

“Esto no le va a gustar a la patrona”, dijo Bernardo, “ella es muy perfeccionista.”

Al darle la vuelta notaron que tenía unas marcas extrañas.

“Es escritura cuneiforme” dijo con asombro Jacobo. En noveno, en clase de historia, el profe nos mostró una foto. Me acuerdo porque fui el único que supo el nombre cuando nos salió en el examen”

“Tenemos que indagar”, dijo Bernardo, la curiosidad es el primer paso para los grandes descubrimientos”

Dejaron la taja a un lado y al terminar su labor del día se encaminaron a la biblioteca municipal.

Don Rafael, el bibliotecario, les prestó una enciclopedia donde estaba la descripción.

“Escritura cuneiforme: Usada por los sumerios hace más de cinco mil años, es uno de los tipos de escritura más antiguos que se conocen”

“Es increible, se dijeron los primos, qué hacen estas escrituras sumerias en la provincia de García Rovira?.”

“Tal vez las trajeron los españoles durante la conquista”, se aventruró a sugerir Bernardo.

“No sea tonto primo. Estas tejas las hizo don Ancelmo el que vive subiendo la loma por la Normal”

“La curiosidad es el primer paso para los grandes descubrimientos”, dijo Bernardo.

Al día siguiente los dos primos se encaminaron por el sendero que conduce a la vereda Lavadero.

Don Ancelmos estaba ocupado haciendo unos ladrillos, pero dado que los albañiles llegaron casi a la hora de las onces no les reporchó la interrupción.

Los primos le mostraron la teja y le hablaron de su visita a la biblioteca.

“Cuneiformes o culiformes”, dijo con exasperación don Ancelmo. “A mí me da lo mismo lo que digan los libros”, y miró con rabia a casa de su vecino.

“Esto es culpa del viejo Benicio”, continuó, “que otra vez dejó suelto el pavo y vino a pisotearme las tejas. Déjenmela y lleven una nueva.

Los albañiles aceptaron la oferta y se fueron de vuelta satisfechos de haber descubierto en misterio.

Aquella misma noche, don Ancelmo, a la luz de la vela y ayudado de una lupa descifraba los jeroglificos y escribía su significado en un cuaderno viejo.

“El hombre no proviene del mono”, decía el texto, “es lo contrario, los homínidos fueron una humanidad degenerada.”

“Por qué será”, se preguntaba don Ancelmo viendo la luz de la vela, “que el ser humano tiene un concepto tan bajo de si mismo?, y por qué será esta teja que estaba destinada para la Galaxia Andrómeda fue a parar a Málaga?”

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